jueves, 9 de diciembre de 2010

Biblioteca Básica del Fado (II): ÍDOLOS DO FADO, de A. Victor Machado

Por Antón García-Fernández.



Publicado originalmente en 1937, Ídolos do Fado es la obra cumbre del escritor y periodista A. Victor Machado y todavía es considerada hoy en día como uno de los libros de referencia que no deben faltar en ninguna bibliografía fadista que se precie. Eso sí, el volumen es, sin duda, producto de una época muy definida: a lo largo de la década de los años 30, los primeros momentos del regimen salazarista, los intelectuales portugueses se hallaban claramente divididos en sus opiniones críticas sobre el fado. Por un lado, había quienes lo consideraban un subproducto cultural, negándole cualquier validez artística y llegando a echarle la culpa–de manera ciertamente irracional–de todos los males por los que la sociedad portuguesa estaba atravesando. Por otro lado, había quienes veían el fado como posible vehículo didáctico del que podría hacerse un uso dirigido a educar a las masas. Se trataba de un debate que se remontaba a los primeros años del siglo XX, pero que a mediados de los años 30 estaba alcanzando su punto álgido, coincidiendo con la publicación de una serie de textos que apoyaban una u otra concepción del fado.

Fotografía de A. Victor Machado, autor de Ídolos do Fado (Fuente: Ofélia Pereira).

Así, en 1936, Luís Moita sacó a la luz Fado, Canção de Vencidos, un libro que recoge una serie de conferencias divulgadas a través de la Emissora Nacional en las cuales, como podemos suponer según el título del libro, ataca duramente al fado y a sus intérpretes minimizando de forma constante la cualidades artísticas y poéticas del género. Obviamente, Machado concibió su Ídolos do Fado como una respuesta a la obra de Moita: en sus páginas, Machado trata de rebatir las diatribas antifadistas de Moita, y si bien sus argumentos son a veces tan hiperbólicos como los de su adversario, el libro de Machado constituye una de las defensas del fado y de su belleza lirica más enérgicas y genuinas jamás escritas. Además, a Machado no le interesa simplemente exaltar las virtudes de este estilo musical, sino que dedica gran parte de la obra a relatar brevemente las biografías de algunos de los fadistas más populares de su tiempo, para lo cual llevó a cabo multitud de entrevistas con cantantes e instrumentistas. No contento con ello, incluyó al final de cada perfil biográfico la letra de un poema procedente del repertorio de cada fadista e ilustró el libro con una cantidad importante de fotografías. Así pues, la obra es tambien una mina de información sobre la vida y obra de muchos fadistas clásicos sobre quienes suele ser complicado encontrar datos fidedignos. Para el propósito de la presente reseña, me centraré principalmente en los tres primeros capítulos de Ídolos do Fado, en los cuales se resume la posición crítica de Machado en relación a la dicotomía acerca del fado imperante en el contexto histórico que produjo el texto que nos ocupa.

Portada de la publicación fadista Canção do Sul en la que aparece la actriz y cantadeira Berta Cardoso.

Bajo el título de “Vencidos… não”, una evidente alusión a la obra de Moita, el primer capítulo se inicia con una defensa a ultranza del fado que clarifica el tono que el lector puede esperar en las páginas siguientes: “Que dejen en paz al fado quienes no lo sienten, no lo comprenden o no lo quieren comprender” (11), solicita encarecidamente Machado antes de pasar a explicar que quienes rechazan el fado lo hacen porque no se molestan en intentar entenderlo. Citando textos de autores como Fontes Martins y Júlio Dantas, Machado se esfuerza por disociar el fado actual de sus orígenes en la picaresca y los bajos fondos, subrayando que se trata de una música apreciada no sólo por las clases trabajadoras, sino también por la aristocracia. En este primer capítulo, el autor se opone a la visión tan estereotipada como común en la época del fadista como un individuo de baja estofa dedicado a actividades criminales. En su Fado, Canção de Vencidos, Moita presentaba a los intérpretes de fado y a sus seguidores como tipos degenerados y, como reza el título de su obra, vencidos: “Una canción no produce degenerados; pero los degenerados pueden tener predilección por una u otra canción” (13), dice una de las muchas citas de Dantas que aparecen en el libro. Y Machado añade, dirigiéndose retóricamente a Moita: “¿Por qué debemos llamarle canción de vagabundos, de degenerados y de vencidos si los vagabundos, los degenerados y los vencidos tanto pueden cantar fado como cualquier otra canción de moda aprendida en un cine o en cualquier teatro de revista?” (13).

El escritor, periodista y dramaturgo Júlio Dantas.

Para contrarrestar la imagen del fadista perfilada por Moita, Machado pone gran énfasis en describir a los intérpretes de fado como personas honestas y trabajadoras cuyo éxito en la vida se debe a su talento artístico. Éste es uno de los argumentos principales con que combate la identificación del fado con la idea de enfermedad social prevalente en la obra de Moita: según Machado, pues, el fado no puede ser definido como una canción de vencidos porque tal cosa no existe. Para ilustrar su argumentación con mayor claridad, el autor recurre a un artículo del periodista Norberto de Araújo que ahonda en este mismo tema: “No hay canciones de vencidos. Lo que hay es vencidos. No hay canciones de enfermos; hay enfermos” (15). Curiosamente, Machado coloca al final de este capítulo una serie de declaraciones de varios escritores, actores, periodistas e incluso miembros de la aristocracia que exaltan las virtudes del fado y explican las razones por las que se sienten atraídos por esta música. En algunas de estas intervenciones, el fado aparece descrito como la esencia de Portugal, práctica muy común incluso hoy en día cuando se trata de defender su legitimidad como expresión artística.

Portada de un libro que recoge una conferencia de Norberto de Araújo.

El segundo capítulo del libro, titulado “Do Passado ao Presente”, es mucho más denso que el primero. Pese a lo que pueda sugerir su título, Machado no intenta presentarnos una historia pormenorizada del género: si bien menciona el mito fundacional de Maria Severa, prefiere centrarse en un periodo mucho más contemporáneo–finales del siglo XIX–, es decir, el momento en el que el fado es recibido con los brazos abiertos por las clases nobles portuguesas y accede a los salones aristocráticos y a los escenarios teatrales. Una vez más, el autor hace hincapié aquí en una diferencia terminológica que para él es fundamental: por un lado se halla el fado, esto es, la música en sí, y por otro se encuentra el fadistismo, un vocablo que utiliza para referirse al contexto supuestamente criminal que los detractores del fado normalmente asocian con el género y que para Machado no es más que un mito propagado de manera intencionada por quienes criminalizan el fado y a sus intérpretes.

El autor elogia las figuras de fadistas legendarios como Augusto Hilário, Ángela Pinto o Júlia Mendes, a algunos de los cuales les sobrevino una muerte temprana no precisamente debido a que sus vidas estuviesen ligadas al fado, sino simple y llanamente a causa de desgraciadas enfermedades. A lo largo de todo este capítulo, Machado se muestra interesado en dignificar todo lo relacionado con el fado, y por ello, describe profusamente el proceso de popularización de la guitarra portuguesa entre la aristocracia, subrayando la importancia de músicos como el gran guitarrista João Maria dos Anjos en dicho proceso. Hacia el final de este capítulo, Machado vuelve a recordarnos que ninguno de estos artistas dedica su vida exclusivamente al fado, sino que también “trabajan [y] mantienen a sus familias de forma honesta, sin que el contacto con el fado, estupefaciente y vergüenza lírica, según dicen los fadistófobos, los vuelva menos dignos de vivir en sociedad” (25).

El legendario guitarrista João Maria dos Anjos.

Uno de los argumentos más interesantes que Machado esgrime en este capítulo es, sin duda, la idea de que las letras del fado constituyen algunos de los ejemplos más hermosos y de mayor calidad lírica de la poesía popular portuguesa. En este sentido, el autor no escatima esfuerzos por poner de manifiesto el aspecto poético que el fado encierra, arguyendo de manera un tanto hiperbólica que la poesía es algo que está íntimamente ligado al pueblo portugués: “De hecho, llegamos a la conclusión de que todo portugués es poeta. En Portugal, incluso entre las clases menos cultas, son numerosos los improvisadores. En la poesía popular de otros países no existe la ternura y la concepción poética que encontramos en muchas de esas cuartetas salidas de la inspiración de nuestros poetas populares” (26). Machado observa que la mayor parte de estos poetas populares no reciben recompensa monetaria alguna por los poemas que componen, lo cual el autor atribuye al hecho de que un buen número de personas o bien no se mostraban interesadas en leer o bien eran analfabetos. Pero eso sí, esta fructífera actividad poética se halla en la base de la proliferación en la época de publicaciones acerca del fado, muchas de las cuales tuvieron una vida muy corta debido a la escasez de medios y a un reducido número de lectores. Además de ofrecernos una lista bastante exhaustiva de publicaciones periódicas fadistas, Machado elogia especialmente a dos de ellas, Guitarra de Portugal y Canção do Sul, y termina el capítulo abogando por que todos estos periódicos defiendan al fado ante su legión de detractores.

Portada de la publicación fadista Guitarra de Portugal en la que aparecen Alfredo Marceneiro y Maria do Carmo.

Finalmente, en el tercer capítulo, titulado “Ao correr da pena”, Machado completa su apología del fado preocupándose por la conservación de su identidad genérica. Como otros estilos musicales, tales como el blues o el country, el fado ha tenido siempre propensión a la autorreferencia, a la definición de sus fronteras estilísticas, que se establecen, claro está, por contraste con otros géneros musicales y otras expresiones culturales. En este capítulo, Machado adopta el punto de vista de un purista que desea impedir a toda costa que el fado sea contaminado por otros estilos y pierda la esencia que es su razón de ser. En particular, el autor se muestra preocupado por la influencia que el tango estaba ejerciendo en la época sobre el fado: Machado mira con nostalgia hacia un pasado idealizado en el que “el fadista era solamente fadista” y “se cantaba con más amor al fado, con más entusiasmo” (33) y se opone categóricamente a que el tango sea interpretado en las casas de fado. Asimismo, según Machado, la representación de cegadas (obras teatrales de corta duración y tema humorístico y satírico que se representaban durante el carnaval) suponía otra amenaza para la integridad del fado, pero uno de los mayores problemas a los que, a su juicio, se estaban enfrentando los establecimientos en los que se cantaba fado lo constituía el hecho de que una gran parte del público no apreciaba la belleza de esta música y solamente asistía a las casas de fado para emitir juicios muy a la ligera sobre los fadistas y su arte que demostraban su absoluta falta de conocimiento sobre el fado. Machado se refiere a este tipo de público como “malos aficionados al fado” (34) y no duda en ofrecer como solución que les sea prohibida la entrada en los locales fadistas.

El legendario retiro Ferro de Engomar.

En suma, pese a las muchas exageraciones contenidas en sus páginas y al tono inequívocamente sentencioso de la prosa de Machado, Ídolos do Fado debe ser leído teniendo en cuenta el contexto sociohistórico en que fue escrito y debe ser justamente considerado como uno de los tratados críticos sobre el fado más valiosos que existen, no sólo por verse inscrito en la polémica suscitada por el fado en la primera mitad del siglo XX, sino también por la gran cantidad de información que nos ofrece sobre las vidas, las carreras y los repertorios de los fadistas más importantes de su tiempo. En un momento en que varios intelectuales estaban lanzando un ataque frontal y despiadado al fado, Machado compuso una obra en la que trata de rebatir estos ataques de una manera clara y sencilla, elogiando la belleza lírica del fado y la integridad moral de sus intérpretes. Por desgracia, a pesar de su enorme importancia histórica, Ídolos do Fado se encuentra descatalogado en la actualidad y no es nada fácil encontrar un ejemplar de su primera edición. Sólo cabe esperar que alguna editorial decida reeditarlo para que vuelva así a ocupar el lugar que merece dentro del canon crítico sobre el fado.

Bibliografía

A. Victor Machado. Ídolos do Fado. Lisboa: Tipografia Gonçalves, 1937.

Enlaces

El excelente blog sobre el fado y el teatro portugués Fadoteca, publicado por mi amiga lisboeta Ofélia Pereira, contiene una serie de documentos extraídos de la primera edición de Ídolos do Fado que pueden consultarse haciendo click aquí.