viernes, 26 de febrero de 2010

DEZ FADOS VIVIDOS: CARLOS DO CARMO Y EL FADO

Por Antón García-Fernández.

Dez fados vividos, grabado en 1978 por Carlos do Carmo, es uno de los primeros discos de fado que recuerdo haber escuchado, y me impresionó por la calidez de la voz y la elegancia del acompañamiento. En este artículo repaso dicho álbum y ofrezco una sucinta mirada a la ya dilatada carrera de uno de esos fadistas que, cuando se dedican realmente a interpretar fado, tienen la capacidad de emocionarnos.



Salvando las distancias existentes entre ambos por la divergencia de sus cometidos artísticos, podríamos tal vez comparar a Carlos do Carmo con Woody Allen: los dos son referencias ineludibles en sus respectivos campos y ninguno de ellos deja indiferente a la audiencia que entra en contacto con su obra. No es mi intención aquí entrar a valorar la polémica que, especialmente en Portugal, sacudió al medio fadista tras la concesión a do Carmo del Goya a la mejor canción original por la película Fados, dirigida por Carlos Saura, pero aún así, es innegable que, a lo largo de su carrera, Carlos do Carmo ha ganado incontables admiradores, pero también un buen número de detractores. Estos últimos le reprochan especialmente sus coqueteos con la música ligera, sus grabaciones en las que está acompañado por orquesta y algún que otro disco en inglés que poco tiene que ver con el sonido del fado tradicional. Lo que ocurre es que, en mi opinión, pese a que es indudablemente un nombre importante en la escena fadista de la segunda mitad del siglo XX, sería erróneo etiquetar a Carlos do Carmo como un fadista tradicional.

Sí, es cierto que el amor por el fado le viene de familia, pues su madre, Lucília do Carmo, está considerada como una de las más reputadas cantadeiras de la historia, pero ya desde su juventud, do Carmo demostró que su gusto musical es francamente ecléctico y que no se limita al fado más castizo. Así, en su música podemos escuchar ecos de la elegancia vocal de Frank Sinatra, la carga dramática de Jacques Brel o la interesante unión de poesía y música que caracterizó a cantautores españoles de los años 60 y 70 como Joan Manuel Serrat, algunas de cuyas canciones adaptó al portugués.

De hecho, en un principio no parecía que Carlos do Carmo estuviese destinado a seguir los pasos de su madre. Nacido en Lisboa en 1939 con el nombre de Carlos Manuel de Ascenção Almeida, vivió varios años en Suiza, donde estudió gestión de hoteles con la intención de entrar en el mundo de los negocios. Todo esto cambió a su regreso a la capital portuguesa, donde comenzó a gestionar la casa de fados de sus padres y a cantar de manera informal, lo cual acabaría llevándole a iniciar una carrera profesional en el mundo del fado y a adoptar el apellido materno como parte de su nombre artístico. En 1963 grabó un EP de cuatro canciones para el sello Valentim de Carvalho, el primer título de una laureada carrera discográfica que continúa en la actualidad. Este primer disco incluye un tema titulado "Twist desconjuntado" y muestra ya el eclecticismo que sería la nota predominante en su producción musical.

El fado, sin embargo, siempre fue una constante en su música: si bien diversificó sus intereses musicales, jamás lo abandonó, regresando a él de manera continua y entendiéndolo muchas veces como un instrumento de crítica social, especialmente durante los delicados momentos políticos que Portugal vivió en la década de los setenta. La televisión fue un medio que Carlos do Carmo supo explotar sabiamente como vehículo para la popularización de su figura. Así, en 1976, fue el intérprete elegido por la radiotelevisión portuguesa para cantar todos los temas seleccionados para representar a Portugal en el Festival de Eurovisión. La canción ganadora, "Uma flor de verde pinho", compuesta por José Niza y Manuel Alegre, se convirtió en uno de sus mayores éxitos, una larga lista en la que también figuran títulos como "Por morrer uma andorinha", "Os putos", "Bairro Alto", "Canoas do Tejo" o "Lisboa, menina e moça".



Junto con Amália Rodrigues, Carlos do Carmo es uno de los mayores responsables de la internacionalización del fado en el último tercio del siglo XX: la popularidad de su música trasciende las fronteras de su Portugal natal, y a lo largo de las décadas ha llegado a cantar en algunos de los teatros más importantes de Europa, América y Asia. Sin embargo, cabe recordar que este fenómeno, que afectó de manera muy positiva a las carreras de Amália y de Carlos do Carmo (así como también a las de algunos de los nuevos valores del fado en la actualidad), no es en realidad ninguna novedad. Muchos de los grandes nombres de la historia del género, desde Berta Cardoso a Fernando Farinha, pasando por Maria Teresa de Noronha o incluso Adelina Fernandes en los albores del fado grabado, ya habían hecho giras por otros continentes, dando proyección internacional a sus carreras y al fado.



Dez fados vividos

Carlos do Carmo editó Dez fados vividos en 1978, un momento especialmente importante en su carrera. Dos años antes, en 1976, había participado en el Festival de Eurovisión con "Uma flor de verde pinho", además de emular a Amália Rodrigues grabando un EP junto al saxofonista Don Byas, un disco interesante aunque quizá no tan satisfactorio como el que surgió de la colaboración entre Byas y Amália. Además, en 1977, do Carmo había publicado Um homem na cidade, el que muchos críticos consideran su mejor trabajo: se trata de una suerte de álbum conceptual en el que interpreta exclusivamente letras de José Carlos Ary dos Santos y que incluye temas imperecederos como "O amarelo da carris", "O homem das castanhas", "Balada para uma velhinha" o la pieza ya clásica que da título al disco. Tras este hito en su legado discográfico, Carlos do Carmo decidió grabar un álbum cuyo contenido estuviese unido por el nexo común de un sonido fadista más tradicional, revisitando algunos de sus temas favoritos y ofreciendo interpretaciones definitivas de composiciones clásicas.



De acuerdo con esta idea, el acompañamiento se adecúa a una concepción del fado mucho más castiza que en otros trabajos de do Carmo: se trata de acompañar en el sentido estricto del término, ofreciendo un apoyo sonoro a la voz, pero ahorrando florituras, evitando estorbar a una voz que emerge cálida y cercana, llena de un sentimiento hábilmente contenido. El disco se abre con "Gaivota", todo un clásico normalmente asociado con Amália y compuesto por Alexandre O'Neill y Alain Oulman. Carlos do Carmo se enfrenta con elegancia a una letra trufada de fatalismo en la que destacan versos de gran sensibilidad poética:

Si al decir adiós a la vida
Todas las aves del cielo
Me diesen en la despedida
Tu última mirada
Esa mirada que era sólo tuya
Amor, que fuiste el primero

Qué perfecto corazón
Latiría en mi pecho
Mi amor en tu mano
Esa mano en que perfecto
Latió mi corazón.

Pese a no ser el primer fadista que la grabó, "Lisboa, menina e moça" constituyó uno de los mayores éxitos de la carrera de Carlos do Carmo, que interpreta con verdadera pasión una letra en la que Ary dos Santos retrata a Lisboa a través del cuerpo de una mujer, embellecida en esta versión por la agilidad del acompañamiento musical. "Partir é morrer un pouco", un tema que contrasta con el anterior por su carácter más melancólico y reflexivo, contiene algunos de los momentos de mayor introspección poética del disco, cortesía de Mascarenhas Barreto:

Vuela el dolor en pedazos
Como aves que no se cansan
Ilusiones esparcidas por el aire.
Partir es extender los brazos
Hacia los sueños que no se alcanzan
Y cuyo destino es quedarse

Quien muere no sufre más
Mas quien parte siente demasiado dolor
Y esto es bien peor que morir.



El fado más vivo y alegre, con guitarras que repican en alabanza de los festejos populares, regresa en "Bairro Alto", una inteligente oda al barrio lisboeta que Carlos Simões Neves y Francisco Carvalhinho personifican como participante de uno de los desfiles que recorren sus calles en esta canción que es, sin duda, la más propiamente castiça de todo el disco. Pero una vez más, el aire festivo de "Bairro Alto" da paso a la introspección de "Por morrer uma andorinha", una letra de Joaquim Frederico de Brito sobre el "Fado Vianinha" en la que la voz poética reflexiona sobre su posición tras la pérdida del amor:

Aunque dejaste de ser mía
Yo no dejé de ser quien era
Por morir una golondrina
No se acaba la primavera

Como ves, no he cambiado
Y ni siquiera estoy triste
Conservo el mismo presente
Y guardo el mismo pasado

Yo ya estaba habituado
A que no fueses sincera
Por eso ya no estoy a la espera
De una ilusión que no tenía
Si dejaste de ser mía
Yo no dejé de ser quien era

Vivo la vida como antes
No tengo ni menos ni más
Y los días pasan iguales
A los días que van distantes.

"Canoas do Tejo" es otra de las piezas que normalmente asociamos con la voz de Carlos do Carmo, otra escena lisboeta descrita por Joaquim Frederico de Brito mediante imágenes de gran belleza estética. Las dos primeras estrofas son ejemplares en la presentación de las canoas que surcan el Tajo a través de la personificación y la metáfora:

Canoa de vela erguida
Que vienes del muelle de la ribera
Gaviota que andas perdida
Sin encontrar compañera

El viento sopla en los bosques
El sol parece una fresa
Y el Tajo baila con las olas
Ensayando un fandango.

Joaquim Frederico de Brito también es autor de la letra de "Andorinhas", tema breve y de gran vivacidad que utiliza la melodía del "Fado Ginguinha" y que Carlos do Carmo interpreta con elegancia y una magnífica dicción. En "Vim para o fado", Júlio de Sousa nos ofrece su visión personal de lo que significa la vida del fadista, una visión un tanto idealizada pero de indudable efecto poético:

Vine al fado y me quedé
Soy la cuerda de una guitarra
La que más gime y solloza
Y en vez de vestir zamarra
Uso la sombra de una capa
Que me tapa y me destapa
Si mi cuerpo se desvanece

Si quieres saber de mí
Dónde me pierdo encontrado
Pregunta a los guardas de la noche
Pregunta a las puertas cerradas
Pregunta a las mujeres compradas
Por el fantasma del fado.

El disco se cierra con dos excelentes fados que do Carmo acomete con convicción: "Não se morre de saudade", escrito también por Júlio de Sousa junto a Alberto Simões Costa, y "Duas lágrimas de orvalho", una de las letras de Linhares Barbosa más apreciadas por Carlos do Carmo, con música de Pedro Rodrigues dos Santos. Estas dos composiciones, en las que la voz del fadista se eleva sin esfuerzo sobre un acompañamiento ligero y rebosante de clase, sirven para poner punto y final a un disco que constituye uno de los recorridos más satisfactorios por el fado más tradicional de toda la discografía de Carlos do Carmo.

Enlaces

Si queréis escuchar algunos de los fados que se mencionan en este artículo, visitad los siguientes enlaces:

Carlos do Carmo - Gaivota
Carlos do Carmo - Lisboa, menina e moça
Carlos do Carmo - Bairro Alto
Carlos do Carmo - Por morrer uma andorinha
Carlos do Carmo - Canoas do Tejo
Carlos do Carmo - Andorinhas

4 comentarios:

MLeiria dijo...

Não foi só a falta de tempo que atrasou este comentário; aquela comparação que estabelece, logo no início do texto, entre o CdC e o Woody Allen deixou-me a pensar...
de facto!...
Em minha opinião, o do Carmo é um tipo inteligente e esclarecido, com um invulgar dom de palavra, uma cultura acima da média, que tem um excelente repertório (nomeadamente as letras de Ary dos Santos), uma dicção impecável, uma bela voz , mas... sem fado, que é como quem diz, sem Alma! Ouvi-o sábado passado, no MdoF, interpretou 2 fados clássicos, excelentemente, mas lá está, como cançonetista; não consigo sentir-lhe na voz o cante fadista, não passa emoção... para mim, pese embora a sua magnífica voz e dicção, nunca será, por isso, um fadista, mas apenas um cantor que canta Fado muito bem. Não sei se me faço entender... Contudo, como alguns outros, que incluí, de resto, na Galeria do Fadocravo, por muitas e variadas razões, não deixará de fazer parte da História do Fado...
De Lisboa, Saudações Fadistas
O.

Anton Garcia-Fernandez dijo...

Cara amiga Ofélia:

Muito obrigado pelo seu comentário: faz-se entender muito bem, e concordo com você por completo na sua opinião sobre o Carlos do Carmo. Embora ele fosse o primeiro intérprete de fado que eu ouvi, quem me trouxe para o fado, e embora eu tenha vários discos dele que ouço regularmente, não acho que seja fadista no sentido estrito do termo, que seja um fadista-fadista, por assim dizer. Para mim, ele é um grande cançonetista, um cantor que às vezes canta o fado, e que o faz bem, e por isso tem a sua parte na história do fado.

A comparação que estabeleço no artigo entre o Carlos do Carmo e o Woody Allen tem a ver com o facto de que os dois, embora sejam muito importantes nos seus campos artísticos, provocam opiniões encontradas com a sua arte, e têm tantos admiradores como detractores, não acha? Sou consciente de que a comparação pode ser um bocadinho exagerada... :-)

Beijinhos,

Antón.

Fadista dijo...

Não é que a comparação seja exagerada, mas inopinada, de certo! Contudo, entendo perfeitamente o paralelo que estabelece entre ambos e acho que tem razão, sim!
Bjinho
O.

Oscar Silva dijo...

Aunque soy venezolano de pura cepa, desde que comenzó mi pasión por los fados en agosto de 2009, hubo uno que me inspiraba sobremanera. Aprendí su letra y con ella volvía a volar sobre Lisboa. Aprendí a cantar ese fado y un día me dieron la oportunidad de cantarlo en público, el 20 de noviembre del mismo año. Mi esposa Yolimar grabó ese momento y ahora creo que es menester compartirlo. Con ustedes, un fado de Frederico de Brito que ha sido cantado magistralmente por el niño Miguel Guerreiro, Filipe Duarte y el gran Carlos do Carmo denominado "Canoas do Tejo" : http://www.youtube.com/watch?v=HAicSC0VGAQ